Los humanos somos territoriales de nacimiento porque es un mecanismo de supervivencia. De igual manera que nuestro cerebro está ordenado a la supervivencia así vamos orientados a ocupar territorios en grupos. De la misma manera está en nuestros genes, la inquietud de migrar. Salimos originalmente de África y del Oriente (según los restos fósiles humanos más antiguos) y nos dispersamos por todo el mundo en busca de comida, sí; pero también enamorados por los lugares y paisajes que encontramos.
La tragedia de judíos y palestinos puede verse como un capítulo más del llamado de Dios a los hebreos, para llevarlos a la Tierra Prometida. Originalmente Dios llamó a Abrahán a salir de su tierra natal para venir «a la tierra que yo te mostraré…. A tu descendencia he de dar esta tierra.» (Génesis 12,1.7). Sólo que aquella tierra estaba ocupada por los cananeos. Pero nótese que en la historia de Abrahán él y su familia convivieron con los habitantes de la región sin que se mencione alguna guerra abierta. Cuando hubo un conflicto con el clan de su sobrino Lot, eso se resolvió pacíficamente. No aparece en los relatos del asentamiento original que se hayan instalado en la región a expensas de otros pueblos.
La violencia para imponerse en el territorio la encontramos en un periodo histórico posterior, en el libro del Éxodo y Josué, y en los libros de Samuel y Reyes, cuando los israelitas salieron de la esclavitud de Egipto y se asentaron en Canaán a la fuerza. Desde entonces es que datan las guerras contra los habitantes de la región. Gaza en aquellos tiempos de Jueces y Reyes era territorio de los filisteos.
Alguien dirá que lo indicado en el párrafo anterior es responsabilizar a Dios por la crueldad humana. Esto es lo que los profetas corrigieron desde el Cautiverio babilonio, como Isaías y Jeremías. A los judíos que permanecieron fieles a Dios en el Destierro se les ofreció una Nueva Alianza. Antes Dios trató a los hebreos como pueblo y ahora los trataría como individuos. La Nueva Alianza será la del corazón, como en Jeremías 31,31 y será una alianza personal con cada judío. Esto es lo que vino a recordar Jesús, que cumplir la Ley es amar la justicia y amar al prójimo. Los cristianos, al profundizar en las enseñanzas de Jesús vieron que esa nueva alianza ahora se ofrecería a todo el mundo, independientemente de su nacionalidad.
Claro, es difícil negociar con uno que llega a la mesa pistola en mano como se supone haya dicho Golda Meier. Lidiar con el conflicto de Gaza no tiene que ver con fe judía o cristiana. Es como la dificultad de pasar por un túnel estrecho, para lo que es irrelevante si eres cristiano o musulmán. En Gaza el conflicto no es religioso, sino étnico y territorial. En una situación así se pone en evidencia la dificultad para actuar de un modo que es a la vez justo y pragmático. Es difícil mantener principios morales en medio de la guerra. Es como hablarle del amor al prójimo a personas que conservan unos rencores profundos, tanto judíos como fanáticos religiosos de todos los colores. Dios no tiene que ver con eso.
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