Qué vas a hacer cuando te vengan a arrestar siendo tú inocente. Qué vas a hacer cuando alguien diga que eres un terrorista o un migrante indocumentado y te lleven a la cárcel sin miramientos. ¿Cómo te vas a defender?
Por eso hay que garantizarle los derechos a los criminales, para que tú también puedas tener la garantía de tus derechos, para que cuando a ti te acusen de criminal tú puedas presentar pruebas de tu inocencia. Ahí se entiende lo que dijo Cicerón en tiempos del imperio romano: mejor que un criminal ande suelto a que un inocente sea condenado.
Aquí es que vemos lo que significa el imaginario social, la importancia del imaginario de la democracia que también se adquiere con la educación. No podemos concebir nuestras relaciones humanas en términos de gangas y mafias. No podemos concebir las relaciones internacionales como un asunto de competencia de fuerzas como si fuéramos unos niños en el patio de la escuela. Esto es algo así como el cuento que hizo una vez Don Cholito, que cuando fue a cierto país hispano le dijeron, «Aquí todos somos machos». Él les dijo, «En Puerto Rico también hay mujeres y la pasamos mejor».
En las dictaduras ideológicas los que se creen tener la verdad dicen que los que están en el error no tienen derechos. Y como están en el error, son unos pérfidos. Y por eso también se justifica cualquier treta sucia contra ellos, porque ellos son una amenaza para los que tienen la verdad.
Así fue como en Europa vivieron dos siglos de conflictos religiosos. Decir «conflicto» es poco. Aquello fue horrible. Las guerras del siglo 14 y 15 en Bohemia dejaron devastado aquel territorio para no volver a levantarse más, qué no se diga de la estela de sufrimiento y desespero que dejó. Algunos historiadores proponen que la devastación que provocó la Guerra de los treinta años en el siglo diecisiete fue peor que las del siglo 20, o al menos proporcional a lo que se ha dado después. Alemania tardó más de siglo y medio en recuperarse en población y en términos económicos y se plantea que España enterró allí a sus ejércitos para no volverse a levantar.
A la luz de lo anterior fue que se vio la necesidad de garantizar la libertad de culto y la separación de iglesia y estado. A nadie se le debe perseguir por sus ideas, ni por su manera de pensar, sus ideas o sus creencias. A nadie se le debe atacar o repudiar por su estilo de vida, sus valores o su manera de entender las cosas. Si alguien quiere creer en los espíritus, eso es asunto personal. Toda persona tiene derecho a sus ideas y a hacer con su vida lo que le parezca, siempre que no sea una amenaza para los demás. Sabemos que los homosexuales y las personas transgénero no representan una amenaza para nadie y es un crimen criminalizarlos por meros prejuicios sociales.
La experiencia nos enseña que a cualquiera lo pueden acusar de «judío», o de «antisemita»; de «comunista», lo mismo que de «terrorista»; de «migrante indocumentado», que de «persona siniestra». Si entonces te mandan a arrestar por la mera sospecha y no tienes garantías legales, estás frito.
Es lo mismo que sucedió con los negros que acusaban de conducta impropia respecto a las niñas blancas. Se les acusaba y se corría la voz y lo próximo era que venía el grupo a llevárselo para colgarlo del próximo árbol, sin más. Piensa si se corre la voz de que eres indocumentado o terrorista. Piensa si se corre la voz que eres una amenaza para la sociedad, «un sospechoso». Es lo que sucedió en la Francia revolucionaria de Robespierre, la Rusia de Lenin y Stalin y la Cuba de Fidel en que hubo la Ley de los sospechosos.
En la Francia de los tiempos de Robespierre se detenía a los individuos por la calle y se les pedía que enseñaran las manos. Si las tenían limpias, eran aristócratas encubiertos y al punto los arrestaban. Por eso es importante estudiar lógica, para saber que si todos los ponceños son puertorriqueños, no todos los puertorriqueños son ponceños. Si todos los aristócratas tienen las uñas limpias, no todos los que tienen uñas limpias son aristócratas enemigos del pueblo. Cuando nuestros antepasados promovieron la enseñanza para todos en parte pensaron en eso, que un pueblo que ha ido a la escuela no se unirá a una turba insensata. Al menos eso fue parte de la idea.
Eso es lo que significa el estado de derecho y eso es lo que nos toca defender en nuestros días de las locuras de una generación que no se da cuenta de lo que está en juego, nuestro estilo de vida sobre los presupuestos democráticos. La ley está ahí para defender a todos en igualdad de condiciones. No tiene sentido legislar la injusticia, ni mandar a arrestar y encarcelar a lo loco.
La intolerancia nos devuelve a la barbarie. Sin un orden civilizado con derechos humanos, la vida se vuelve cosa de animales buscando sobrevivir en la jungla.
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