El barco de la república entre el remolino del socialismo y las rocas de la plutocracia capitalista. |
Reconocer la historicidad de los evangelios, por ejemplo, fue algo parecido a reconocer que la tierra no es plana; fue encarar los hechos como son.
Es bueno tener en cuenta esto, y lo podemos comparar a lo que ha estado sucediendo con el marxismo leninismo. La realidad se encargó de desmentir las ideas que se tenían sobre la sociedad y la historia, a la luz de Marx y Lenin. Hay que encarar la realidad, los hechos como son.
Pero como se trata de una especie de fe religiosa, muchos tradicionalistas del marxismo-leninismo (como en Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela,) siguen empeñados en mantener los mismos dogmas inalterados. Terminan en la misma situación de los grandes desastres económicos.
Por alguna razón están los que quisieran seguir promoviendo los mismos mitos, repitiendo las mismas consignas de hace más de medio siglo atrás.
Qué tal esta conversación para pensar.
Por alguna razón están los que quisieran seguir promoviendo los mismos mitos, repitiendo las mismas consignas de hace más de medio siglo atrás.
Qué tal esta conversación para pensar.
–¿Entonces siempre habrá pobres y sinvergüenzas que se aprovechen de ellos?
–Eso pasa de todas maneras, en Florida, en Cuba, en Managua y Caracas.
La idea es correcta, el propósito hay que asumirlo. |
El problema es el puente, la ingeniería social que se requiere. |
A base de consignas y excusas no se logra el propósito. |
Sin los controles socialistas es posible cierta prosperidad, y con los controles socialistas también puede haber cierta prosperidad. Pero esa no es la solución, lo sabemos. |
¿La solución? Modificar esos aviones y seguir experimentando de buena fe. Pero los seres humanos somos tercos, sobre todo cuando se trata de dogmas religiosos, como los de la predicación populista de inspiración marxista-leninista.
—¿Es segura?
—Ha pasado todas las pruebas.
—¿Costará mucho?
—Cuesta carísima, hacerla. Pero a medida que se vayan fabricando en números mayores, el precio bajará.
—¿Cómo es eso, de que a medida que se vendan más unidades de esa máquina el precio bajará? ¿Y las ganancias de ustedes?
—Me hace una pregunta compleja.
—Ah, lo atrapé. A usted no le importan los pacientes de riñón, lo que le interesan son las ganancias.
—Estoy interesado en la salud de los pacientes.
—No me diga, usted es una hermanita de la caridad.
—Vamos por partes. (1) La máquina lleva años en preparación, ha habido que pagar todos esos empleados, ingenieros, científicos, sueldos durante años sin que la compañía vea un sólo centavo de ganancia. Ha habido que pagar el espacio, los materiales de trabajo, escritorios, sillas, lámparas, la mensualidad de agua y luz, suma y sigue. ¿Cómo vamos a recuperar todo ese dinero invertido en este proyecto?
—Siga, cuénteme de su deseo insaciable de ganancias.
—(2)Luego, está montar la fábrica, que implica (a) comprar o arrendar el espacio; (b) la instalación eléctrica–hacerla o modificar la existente; (c) la instalación de agua, lo mismo; (d) la maquinaria para trabajar y formar las piezas; (e) el ensamblaje; etc.
—Me está llenando la cabeza de sus manipulaciones psicológicas para que yo esté de acuerdo con usted, despreciable capitalista.
—(3)Entonces, hay que preparar un plan de ventas, y pagarle a los vendedores como yo para explicar el producto; mandar a imprimir panfletos explicando; pagarle al que preparó el panfleto; etc.
—Y todo ese dinero lo querrán recuperar el primer año para que de ahí en adelante todo sea ganancia, estoy seguro.
—Ya que lo menciona digamos esto. Piense usted: sale la primera máquina de la fábrica. Ya está empaquetada, lista para la venta. Si en el precio le ponemos todo lo que se gastó desde el primer momento del proyecto de hacerla, más el precio de la transportación y la instalación en el hospital, el precio de esa unidad sería unos treinta y cinco millones de dólares norteamericanos, digamos. ¿Qué hospital querría comprarla? ¿Sólo para unos diez pacientes al día? Recuerde que el tratamiento dura una hora, más el tiempo de transición en lo que se limpian las mangas y se prepara el próximo paciente.
—Ustedes deberían regalar esa máquina. Se lo deben al pueblo, a los pobres.
—¿Cómo vamos a comer?
—Entonces cobren un precio justo.
—¿Cuál es el precio justo? ¿El precio de todo lo que ha costado el proyecto hasta ahora?
—Usted sólo está interesado en el dinero.
—De esa manera no podemos fabricar la máquina para los pacientes de riñón. ¿Los dejamos morir? Después de todo antes no había máquinas y la gente vivía feliz, en tiempos de los taínos antes de que llegaran los españoles.
—Quizás es mejor así, volver a vivir como los taínos.
—Quizás mejor es no seguir con esta conversación.
—Pero es que usted va a hacer su máquina y se va a vender en todos los países del mundo y su compañía se hará millonaria con esa máquina. Ustedes los capitalistas no ven su perversidad.
—¿Cuántas máquinas vamos a vender antes de recuperar los 35 millones que costó hacerla? ¿Entiende? Es asunto de matemáticas. Fíjese: (1) la primera cuesta treinta y cinco millones; (2) si hacemos treinta y cinco máquinas, cada una costará un millón; (3) si hacemos trescientos cincuenta, cada una costará cien mil dólares; (4) si hacemos tres mil quinientas, cada una costará 10 mil dólares.
—Lo que digo, ustedes seguirán fabricando más máquinas a un costo cada vez menor y ganando cada vez más.
—Sí, pero entonces habrá que tomar en cuenta todos los otros gastos envueltos en la producción. Porque continuar la producción implica otros gastos corrientes. Encima, la maquinaria se irá gastando y habrá que invertir parte de las ganancias para la compra de nuevas máquinas y además, ya otros estarán desarrollando un sistema mejorado que en par de años nos sacará del mercado. Para evitar esto hay que seguir separando de las ganancias para desarrollar un producto mejorado. A fin de cuentas, todas las compañías como la nuestra están al borde de la quiebra, constantemente.
—Todavía no se lo creo.
—Ese es el secreto de las compañías que sobreviven, como la Coca Cola, y compañías que desaparecen, que han desaparecido del terreno de la historia. Se podría hacer un listado de los daños que ha sufrido la humanidad por compañías que se han ido a la quiebra junto con sus productos. Véase el caso de…los mismos norteamericanos. Las mismas compañías de cine pertenecen a consorcios asiáticos. Rockefeller Center en Nueva York ya no le pertenece a los millonarios norteamericanos.
Esa no es la última palabra.
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