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ANACRONISMOS DE IZQUIERDA

Autobus escolar (Wikimedia)



[texto editado de un ensayo de 2008]


Ser izquierdista no equivale a ser anacrónico, entendámonos. Lo que sucede es que hay variantes del izquierdismo, como hay distintos tipos de pan. Y de la misma manera que puede haber pan viejo, pueden haber formas de izquierdismo que se han quedado en una cápsula del tiempo. 

No es difícil identificar el pan viejo; tampoco es difícil identificar las izquierdas encapsuladas en el pasado. Baste escuchar sus consignas. Son idénticas a las de hace unas cuantas décadas, como si el tiempo hubiese transcurrido de balde.

Es algo parecido a lo que sucede con el pan negro, que hace cien años era el pan de los pobres y hoy día es el pan de los que pueden pagarlo. Lo mismo pasa con el bacalao seco en Puerto Rico. Lo que antes fue comida de pobres, ahora es comida de pudientes. El mismo pan, el mismo bacalao, asumen un significado distinto en distintos contextos históricos. La misma realidad económica transforma su sentido social. ¿No es eso lo que se había pensado con el marxismo–leninismo?

Pues bien, la misma realidad económica y social ha cambiado los términos de la discusión sobre el tema de la justicia para los pobres. Ya no es posible enmarcarla dentro del sistema de ideas de 1789, es decir, de la Revolución Francesa. Esto es como decir que lo que haya que proponerse acerca del pan en el siglo 21 no puede darse desde la idea de lo que era el pan en el siglo 19.

Las nociones que inventaron nuestros antepasados en el contexto de otra armazón económica ya no corresponden a nuestra realidad de ahora. Cada momento histórico es una perspectiva. Las cosas se ven diferentes, dependiendo de la perspectiva en que uno esté.


Revístase de buena voluntad el lector y continúe esta reflexión conmigo. Luego, al final, decida si está o no de acuerdo. Entre tanto, le invito a venir por este camino, de esta reflexión y estas observaciones. 

En 1793, unos cuatro años luego de comenzada la Revolución Francesa, la economía de Francia era un caos y la situación de los pobres era aún más desesperada que al comienzo de la revolución. 

Gracias a las guerras napoleónicas se recuperó aquella economía. En 1815 se restauró la monarquía y Luis 18 subió al trono como si allí no hubiese pasado nada. 

En aquel momento de la restauración de la monarquía francesa, era válido plantearse que el proyecto de la revolución todavía estaba vigente. Podía uno pensar que el proceso de cambio social se había descarrilado momentáneamente. Ya llegaría otra oportunidad para que se lograran los propósitos esbozados por Rousseau, Diderot, Mably, Morelli, Linguet, Brissot, Babeuf. 

Uno podía suponer, entonces, que el proyecto revolucionario había sido vencido momentáneamente por unas circunstancias especiales, accidentales. A la larga los pobres y oprimidos triunfarían y se lograría el sueño de libertad, igualdad, fraternidad. Así, el siglo 19 fue el siglo de las luchas enconadas entre aristócratas, burgueses, proletarios, por usar la nomenclatura socialista.

El siglo 19 también fue la historia de los esfuerzos revolucionarios fracasados. Cierto, a finales de siglo la aristocracia ya había sido desplazada como clase social de peso. Esto quedó confirmado con la Gran Guerra de 1914. Al finalizar la guerra en 1918, las aristocracias se habían volatilizado junto a las monarquías y el proyecto marxista leninista había establecido su primer gobierno en Rusia. Entre tanto la burguesía también se había consolidado mediante el capitalismo europeo y norteamericano. Por eso a principios de siglo 20 se perfiló el futuro inmediato en términos de la lucha final entre burgueses y proletarios, capitalismo y socialismo.




En 1929 se desató la Gran Depresión en Estados Unidos. La situación se puso tan mala que hubo emigración, es decir, comenzaron a irse a otros países a buscar trabajo. Hasta 1945 muchos creyeron que el capitalismo había caducado y que la única alternativa para el futuro era el socialismo y el comunismo al estilo bolchevique. Por eso el Partido Comunista USA prosperó en Estados Unidos y las medidas “socialistas” de Franklin Delano Roosevelt fueron bien recibidas. 

Pero en 1945, al final de la Segunda Guerra, se combinaron dos factores para desacreditar el comunismo ruso. Uno fue que Stalin se quitó la máscara y exigió las conquistas territoriales logradas con el pacto Berlín-Moscú en 1939 que provocó, precisamente, el comienzo de la guerra. Hoy sabemos que Churchill le hizo frente a nombre de la decencia. Pero ya no estaba en un mundo civilizado de caballeros ingleses. Los norteamericanos no lo respaldaron porque no tenían los recursos para continuar la guerra, ahora contra los rusos. Por eso, pudiendo entrar a Berlín primero, las tropas norteamericanas se detuvieron y dejaron que los rusos llegaran antes. Mejor dejarlos a distancia. Lo más que Churchill logró fue que las fronteras de Polonia se ampliaran hacia el oeste a expensas de los alemanes.



El segundo factor que desenmascaró a los rusos fue la propaganda norteamericana, que se encargó de publicar y subrayar los crímenes de Stalin. El comunismo como “doctrina” tenía consecuencias nefastas. Eventualmente entendimos que el mal es de raíz, es una ingeniería de la sociedad sin un aparato teórico válido. Equivale a una ingeniería de la sociedad sobre bases religiosas. 
Hasta hoy día defender al comunismo es como defender una fe religiosa.


Esta situación trajo una confusión al entremezclar elementos que no tenían que juntarse: (a) teorías económicas (socialismo, capitalismo); (b) teorías de gobierno (democracia capitalista, democracia socialista, totalitarismo del estado); (c) naciones identificadas de uno y otro lado (Estados Unidos paraíso capitalista; Rusia paraíso socialista). 

En los tres casos anteriores habían serias fallas. Eran serias por sus nefastas consecuencias. El socialismo es un ideal al estilo de los ideales religiosos con diversas variantes, al igual que en las religiones del mundo. Pueden haber diversas encarnaciones del socialismo y había que reconocer que el experimento soviético era un fracaso, como en el caso de Cuba luego. 

El triunfo de Estados Unidos frente a Rusia no es igual al triunfo del capitalismo. Tampoco es la derrota o desaparición del socialismo. Lo mismo con los nazis: el fascismo no ha desaparecido. Como el socialismo, el fascismo puede tener diversas encarnaciones. Las ideas religiosas reencarnan.


La idea del fracaso del capitalismo como sistema se olvidó desde mediados de siglo 20. En el último tercio del siglo desapareció la Unión Soviética. La idea de la posibilidad de un socialismo al modo soviético debió quedar en el olvido a partir de finales de siglo. Pero no ha sido así.


Dentro de esta visión un tanto simplista a finales de siglo 20 se pensará que el capitalismo y la burguesía habrían finalmente triunfado. Entre tanto en nuestra América hispana habría un último reducto de resistencia socialista que se ocuparía de desmentir que los pobres habrían quedado derrotados por la historia.

Esto es como pensar que si no triunfa el blanco, triunfa el negro, mientras nos olvidamos del resto de los tipos de pan. Es lo mismo que pensar que la riqueza de los ricos se da a costa de la miseria de los pobres. Es como pensar que la riqueza es una especie de pan inmenso que algunos acaparan para sí mientras dejan hambrientos a los demás.

Lo que triunfó a finales de siglo 20 no fue el capitalismo, sino la realidad natural de la economía. De la misma manera lo que quedó descartado no fue el socialismo, sino un tipo de socialismo, que no cuadraba con el orden natural de las cosas.

Entre tanto, mientras haya hambre y miseria, habrá necesidad de buscar modos para aliviar esa hambre y para promover la justicia y la igualdad de derechos entre todos los humanos. Una vez nos damos cuenta que el problema no es, ni el capitalismo, ni el socialismo, sino el orden natural de las cosas, nos libraremos de unas concepciones supersticiosas para poder encaminarnos a la resolución de las injusticias.

En el orden natural de las cosas la riqueza, como la vida civilizada, no existe de por sí, sino que la creamos nosotros con nuestro ingenio. La creamos nosotros mismos con nuestra inteligencia y creatividad. La creamos nosotros mismos con nuestro esfuerzo y nuestra capacidad para organizarnos. Así fue cuando dejamos atrás la vida de cazadores y adoptamos la vida de ganaderos. Así fue cuando además de ser cazadores y ganaderos, inventamos la agricultura. Así fue cuando aprendimos a trabajar los metales, como el bronce y el hierro. 

Esas etapas de la humanidad fueron también posibles gracias a nuestra inteligencia. Se dio porque desarrollamos las matemáticas, la geometría, astronomía, química, medicina, ingeniería. 

Cuentan que Stalin una mañana se levantó luego de haber soñado sabe Dios qué cosa y de inmediato ordenó fusilar a todos los físicos prominentes de Rusia. 

Lo mismo se puede decir de nuestra América hispana y la fuga de cerebros. Cuando la crema intelectual se va de un país, no es posible que los pobres puedan comer mejor; la economía sufrirá. No se pueden lograr altos niveles de producción de riqueza sin esa crema intelectual. 

Por eso la pobreza de Cuba, por ejemplo, puede entenderse, si la crema de su sociedad se fue al exilio. Igual que en Francia en 1793 que ya había guillotinado a Lavoisier y a Condorcet (casos representativos) en Cuba también se pensó que su empobrecimiento se debió a otras causas, como la conspiración de Estados Unidos, por ejemplo. Pero nadie piensa en todo ese caudal de ingenieros, médicos, empresarios e intelectuales cubanos que salieron al exilio y que dejaron al país sin recursos humanos, excepto la mano de obra. Era como tener la central azucarera con los obreros, pero sin los dirigentes. ¡Qué gusto le daría a los milicianos mandar a aquellos maestros y burguesitos a cortar caña en aquella famosa cosecha de 1970!

El primer paso al fracaso vino con el nombramiento del Ché como presidente del Banco de Cuba. En Venezuela Chávez decidió quitar a los dirigentes de la compañía petrolera y poner a su gente. Estados Unidos no tiene que hacer tanto para socavar el socialismo soviético, el socialismo cubano. Baste el conflicto entre socialismo leninista y orden natural de las cosas. 

Bastaba esperar a que Fidel se muriera. Hubo que esperar 55 años, de 1961 al 2016. En el caso del socialismo soviético hubo que esperar unos 80 años. Irónicamente, como decía Marx, el sistema no resiste las contradicciones internas. 


Cada vez que han surgido nuevas etapas de civilización y cambio económico, las ventajas del nuevo orden han sido disfrutadas por unos pocos. La civilización y la prosperidad siempre fueron patrimonio de unas élites. En el siglo 20 el asunto ha sido distinto. Los conciertos de Mozart, por ejemplo, o las óperas de Verdi, nunca llegaron a ser disfrutadas al nivel de los pobres de la calle, hasta el siglo 20. Ya desde comienzos de siglo se cuenta que los mismos limpiabotas de Nápoles tarareaban a Verdi, lo mismo que los barberos de Nueva York – mientras le escuchaban en el gramófono, más tarde en la radio, y luego más tarde con el equipo de alta fidelidad, hasta nuestros días, en que se puede bajar su música de la Internet.

Mientras que en el siglo 19 un pobre ni podía soñar con tener un caballo, en el siglo 20 se dio el fenómeno de los autos de masa y el consumismo de masas. En la fábrica del Ford modelo T continuamente mejoraban los métodos de producción y así, todos los años bajaba el precio de venta del auto Ford, al haber más unidades disponibles. Entre tanto los sueldos de los trabajadores aumentaban. La Ford fue el modelo de la industria por más de dos décadas. Su éxito no derivó de unos razonamientos ideológicos, sino de cálculos matemáticos.

No es posible poner un satélite en órbita con ideología. Se necesitan ideas y cálculos anclados en la realidad. 

Las imágenes siguen siendo persuasivas, como saben los psicólogos del mercadeo. 

En tiempos de las colonias españolas sangraban a los que tenían fiebre. La persona se ponía pálida y fría. ¿Ve que este es el tratamiento correcto? En otras ocasiones usaban vinagre para las heridas. ¿Ve que funciona?, dirían. 

El vinagre funciona porque es una forma de alcohol, un antiséptico. En ese sentido el estudio de la economía está al nivel de la medicina de aquellos tiempos, o de la meteorología de principios de siglo 20. 

Ningún argumento será suficiente para persuadir a un fanático religioso. 

Que cada cual piense lo que quiera, para eso está la democracia. Si alguien quiere curarse con santería, ese es su derecho. 

Pero si los que están persuadidos de tener la verdad llegan al poder y nos la quieren imponer entonces se desata la guerra entre las ideas y la realidad. 


Pobre de nosotros si estamos en el medio.



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